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sábado, 3 de marzo de 2012

CAFE "LOS LLANOS".

3. EL FUTURO ESTA CARGADO DE TRABAJO; OBJETIVO DE LUCHA.


A Rodrigo le interesa estudiar el comportamiento humano. Está deshecho, Somalia, Siria, Grecia, Valencia; parece un catálogo “traveller” escalonado en desmesuras y desgracias por el que converge en un eje de desprecio y autoculpabilidad. Su memoria está dejando paso al presente, porque percibe que no tendrá que recordar horrores, los está viviendo, a distancia, pero viviendo. Su sinvivir y su maldormir gira y entra en la espiral de un modelo de sociedad fracasado, de terror frente al futuro, ausencia de esperanzas, oscurecimiento del horizonte.
¿En qué quedó la mejora evidente en las últimas décadas de los avances tecnológicos, eficacia y calidad de nuestro trabajo, actividad creativa y autopromoción, para estar abocados y prisioneros de esta situación?. ¿No interactuamos socialmente?. ¿Estamos incomunicados?. ¿No disponemos de líderes?. ¿No nos empujan adecuadamente?. ¿Nos hemos maleducado?. ¿No nos valoramos?. ¿A quién esperamos?.
Rodrigo siempre llega el primero. Espera brevemente a Damián y Esperanza. El tumulto de e hora colapsa el trabajo al camarero del Café “Los Llanos”. Espera observando un calendario de bolsillo que ya no recuerda quien pudo regalárselo, en la trasera los doce meses y la cifra del año, en la delantera (haz y envés) un cuadro del Museo del Prado con asunto campestre.
Y mirando el pequeño cartón advierte la trayectoria que le han traído sus pasos, no ha pasado por grandes avenidas, no ha disfrutado de escaparates deslumbrantes, ni de calles limpias y regadas, eso queda para este centro, maravilloso centro, pero tan diferente de la tortuosidad callejera escoltada por pequeños portales de hierro y aluminio, por fachadas de ladrillo que empieza a transformarse en arena, no más de tres o cuatro alturas y seguro que sin ascensor, desvencijadas terrazas repletas de macetas secas, trastos, bicicletas y mínimamente adornadas por la ropa tendida, floripondeada, rayada, blanca inmaculada; no hay gran diferencia del espectáculo urbano con el que pudiera observarse probablemente veinte años atrás, pero si ha cambiado en muchos casos el color de la piel de sus habitantes, la piel negra y púrpura abunda por estos pagos, los ojos morunos se han multiplicado y también acentos hispanos de allende los mares; es probable que en las pequeñas salitas que enfrente y a cinco escasos metros observan una identidad semejante y se hayan dejado de poner velas a las ánimas para dar paso a plegarias en genuflexión mirando hacia levante.
Entre estos pensamientos estaba Rodrigo, sin advertir que ya Damián y Esperanza se habían sentado y comentaban lo más hablado en estos últimos días de febrero, las contrataciones, la temporalidad del empleo, el propio desempleo, la reforma laboral.
Decía Damián: -El problema de la temporalidad es que reduce la productividad, un periodo corto de tiempo no van a estimular a las empresas para que inviertan en formación.
-Es cierto que la reforma laboral no tiene ninguna medida directa para luchar contra la temporalidad; contesta Esperanza.
-Si, pero lo cierto es que la mayoría de los empresarios han aplaudido la reforma laboral, es más lo han hecho público siempre que han podido; dice Rodrigo.
Damián le sigue: -Hemos tenido un exceso de política y se debería recuperar espacio para nosotros, para los ciudadanos; recuperar la palabra de los verdaderos representantes; exigir responsabilidades a quien haya podo cometer errores y hacer una reflexión crítica sobre lo que ha ocurrido, con visión de futuro.
Esperanza corta secamente: -Todos estamos de acuerdo en que tenemos que hacer algo, empecemos desmontando los tópicos.
A buen ritmo baja una furgoneta amarilla por la avenida de España, es una de esas monovolúmenes con acceso fácil, que exige agacharse menos para entrar, por delante y por detrás, con asientos cómodos y maletero grande, amplia por dentro y que justo al llegar a la plaza deja escuchar su proclama: ¡¡Esta tarde, ciudadanos, a las seis Manifestación …!!.
Y paralelo, por Simón Abril, rojo y voluminoso, casi recién lavado con prestancia y brío se abre paso el bus de las once treinta con parada en Gabriel Lodares; bajan cuatro albaceteños, suben dos.