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miércoles, 24 de marzo de 2021

DESDE LO ALTO DEL OPPIDUM:

 

Aún a riesgo de equivocarme, desde lo alto de este “oppidum” vislumbro que a fuerza de hacer del esfuerzo un contagioso hábito, llega la Semana Santa; y me surge la pregunta de todas las noches: ¿y qué hemos avanzado?

 

La lucha contra COVID-19 (no le pongo artículo, no estoy seguro si los virus deben tener género, a fecha de hoy, que yo sepa, no disponen ni de órganos sexuales, ni de circunstancias que se lo confieran), es fundamentalmente la unión de tres fuerzas:

1.       Evitar contagios (uso de mascarilla, lavado de manos y limitación de la movilidad).

2.       Detectar contagiados y sus contactos (realización de pruebas diagnósticas).

3.       Vacunación.

 

Y la respuesta que obtengo en esta calma chicha sobre un tenebroso mar que no dejaría avanzar a Ulises en busca del regreso a Ιθάκη (Ítaca):

A.      Qué hacer, si está agotándose la población con una disminución de su autonomía, extensa en el tiempo (nos estamos manteniendo ya 26 días sin evolucionar de una Incidencia Acumulada que no baja de “riesgo medio”, 50-150 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días).

B.      Qué hacer: si cada vez se están realizando menos pruebas diagnósticas.

C.      Qué hacer: si no vacunamos lo necesario, porque no disponemos de esas vacunas.

 

Es evidente, que Salud Pública y Actividad asistencial parece que no van de la mano; la organización autonómica de la administración pública sirve como objetivo en la vida sociopolítica de los ciudadanos, pero en el ámbito epidemiológico de esta “pandemia” no cubre homogéneamente las expectativas de los administrados.

El ritmo de realización de pruebas diagnósticas no se ejerce de forma proactiva y retrospectiva al unísono, por lo que su eficacia nace limitada.

La vacuna frente al COVID-19 es considerada por los administradores de la salud como un “bien público” (que lo es), pero ellos mejor que nosotros saben dos aspectos poco comunicados: de un lado que estas vacunas son un producto de comercialización privada en un mercado de libre competencia y sus efectos colaterales en salud pública; y de otro que no conseguimos inmunidad de grupo con la vacunación de un pueblo, sino de todos los pueblos (de la tierra, añado).

 

Para estas tres observaciones a unos días de Semana Santa, observemos estos tres gráficos, porque estos son los datos, tuyo el análisis.

Juan Ríos Laorden, pediatra