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sábado, 27 de diciembre de 2014

¡¡IMAGINAD!!

¡IMAGINAD!.
Disculpad mi atrevimiento
por pedir imaginación,
ya se que cunde el hartazgo
de imaginar,
de haber perdido el tacto,
de haber perdido la vista
y el gusto, y el olfato;
ya solo podéis imaginar,
casi lo habéis perdido todo.
        Disculpad,
y disculpas pido a quien no puede oírme,
a quien ni su presencia asiste,
porque se ha vaciado,
y casi desaparecido.
        ¡IMAGINAD!
revolucionar los flujos cerebrales,
porque han desaparecido tantas cosas
que ya ni podéis ver, ni oír,
ni tocar,
ni oler,
ni gustar.
        Imaginad por un instante,
(si vuestro valor os lo permite)
el sonido de un violonchelo roto,
lloroso,
fugaz,
mezclado entre todos los recuerdos,
recuerdos de infancia,
de juventud, de plenitud y esperanza.
Estas palabras que os regalo deberían acompañarse
de sutiles notas musicales,
a medio hacer,
casi rotas,
pero hilvanando este instante con nuestro futuro:

¿Escuchais?:
¡IMAGINAD!:
Entrar,
tras recorrer un polvoriento camino
-sendero mal contado-
y desaprovechar las escasas sombras de la tarde;
entrar,
oler el viejo polvo
depositado sobre todo lo que miro,
olor fino desconocido
que perturba la imagen del recuerdo;
        entrar,
recorrer con las pupilas bien abiertas
e intentar recolocar el orden invertido;
entrar en la estancia
con el sueño pendiente
que no deja saborear antiguos instantes vividos.
        Fugaz,
sin dejarme recobrar
parte del aliento vencido;
fugaz fue la noche
y llego fugaz el día;
        fugaz
por estas telas que aún cuelgan
se insinúan cuatro rayos polvorientos
-cuatro focos mal contados-
que una película me inspiran.
        Fugaz,
el olor del pan tostado,
el crujir del aceite que se frie,
el goteo de un grifo mal cerrado,
el chirriar de este somier
que tantos muertos ha aguantado.

¡IMAGINAD!:
que no se sequen nuestras ideas,
que no nos desaparezcamos,
¡imaginemos!.

Juan Ríos Laorden