No es error. Ni inmodestia.
Es, era Modesta.
Tenemos madres. Y también tenemos tías. La "tía". Yo tuve, tengo una tía. Mi tía, tenía por nombre "Modesta". Nombre que a los progenitores y padrinos actuales les suena de forma cruel. ¿A que niña en pleno siglo XXI van a esculpirle tamaña afrenta en su perpétua documentación? Pero mi tía era Modesta. A mi no me ha sonado mal, es más, me suena tan cercano y humano, que una Modesta siempre la sentiré como más humana.
Mo Modesta, lo fué así por el padrino que tuvo. Nació peñera y aunque allí no han ido a dar sus huesos, su alma siempre sería peñera. Peñera de Peñas de San Pedro, el pueblo del Cristo [del Sahuco], del castillo y trascastillo, del pueblo del Pilar y de la fuente del Sibirino. Como decían antes: el agua que le cayo en su pequeña cabeza cuando un modesto bautizo sirvió para dejarla por siempre Modesta y por siempre peñera, atada a las piedras de la Esperanza.
Las cosas que pasan le dejó fuera de su infantil serranía y marchó. Pero allí quedó la referencia.
Estos recuerdos, se acercan sigilosos y aparecen en días de Feria. De la Feria de Albacete. Mi tía, mi madre y mis tías, Hermesenda, Tomasa, Ascensión, Modesta, Josefa, Lola y Consuelo, junto a sus padres, mis abuelos Primitiva y Reyes, llenaron mi primer universo infantil de leyendas en torno al vetusto edificio de la Feria de los cincuenta. Mi abuelo el conserje, su familia un perfecto vasallaje ferial, dueña incuestionable durante los trescientos cincuenta y cinco días que se la arrebataba la capitaleja del Albacete de postguerra, abarca y peones.
Mi tía, Modesta, fue mi transmisora de aquella epopeya familiar que tras las encaladas tapias del edificio ferial formaron un calido universo del que prendio ese sentimiento, entre orgulloso y posesivo, de algo que sin ser propio nadie nos podrá arrebatar. Y hoy la recuerdo en cada rincón que con el paso de los tiempos se nos va difuminando pero que nunca se nos olvidará.
En mi Albacete el olor a Feria, trae estas cosas. Mi tía me ayudo a saber reconocer perfectamente la esencia albaceteña a través de sus inmejorables chanzas e historias, mitad verdaderas, mitad popularmente fabuladas. Era mi gran tía. Modesta, aparte.