¡IMAGINAD!.
por pedir
imaginación,
ya se que cunde
el hartazgo
de imaginar,
de haber perdido
el tacto,
de haber perdido
la vista
y el gusto, y el
olfato;
ya solo podéis
imaginar,
casi lo habéis
perdido todo.
Disculpad,
y disculpas pido
a quien no puede oírme,
a quien ni su
presencia asiste,
porque se ha
vaciado,
y casi
desaparecido.
¡IMAGINAD!
revolucionar los
flujos cerebrales,
porque han
desaparecido tantas cosas
que ya ni podéis
ver, ni oír,
ni tocar,
ni oler,
ni gustar.
Imaginad por un instante,
(si vuestro
valor os lo permite)
el sonido de un
violonchelo roto,
lloroso,
fugaz,
mezclado entre todos
los recuerdos,
recuerdos de
infancia,
de juventud, de
plenitud y esperanza.
Estas palabras
que os regalo deberían acompañarse
de sutiles notas
musicales,
a medio hacer,
casi rotas,
pero hilvanando
este instante con nuestro futuro:
¿Escuchais?:
¡IMAGINAD!:
Entrar,
tras recorrer un
polvoriento camino
-sendero mal
contado-
y desaprovechar
las escasas sombras de la tarde;
entrar,
oler el viejo
polvo
depositado sobre
todo lo que miro,
olor fino
desconocido
que perturba la
imagen del recuerdo;
entrar,
recorrer con las
pupilas bien abiertas
e intentar
recolocar el orden invertido;
entrar en la
estancia
con el sueño
pendiente
que no deja
saborear antiguos instantes vividos.
Fugaz,
sin dejarme
recobrar
parte del
aliento vencido;
fugaz fue la
noche
y llego fugaz el
día;
fugaz
por estas telas
que aún cuelgan
se insinúan
cuatro rayos polvorientos
-cuatro focos
mal contados-
que una película
me inspiran.
Fugaz,
el olor del pan
tostado,
el crujir del
aceite que se frie,
el goteo de un
grifo mal cerrado,
el chirriar de
este somier
que tantos
muertos ha aguantado.
¡IMAGINAD!:
que no se sequen nuestras ideas,
que no nos desaparezcamos,
¡imaginemos!.
Juan Ríos Laorden
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