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martes, 17 de agosto de 2021

ATENCION PRIMARIA, DIOSES MENORES Y ETICA.

 ATENCION PRIMARIA, DIOSES MENORES Y ETICA.

Juan Ríos Laorden

Pediatra de Atención Primaria

 

            


    Mi refugio ha sido finalmente la “ética”, al igual que los “dioses menores” (en adelante “ddmm”) que eligieron la ética para su final desarrollo. Los “dioses Mayores” están instalados en la política, en la economía y en la física; han estado demasiado alejados del esfuerzo como para dedicarse a otras disciplinas.

            La ética ha sido un buen cobijo, un opidum ideal desde el cual puede observarse sin necesidad de degradarse. Los científicos, no sé por qué tenemos miedo a autodenominarnos así a los médicos, nos hemos visto obligados a seguir los pasos de los “ddmm”. Necesitamos de la ética para no caer en una inquietud demasiado regular. Desde hace muchos años los “científicos menores” que como los “ddmm”, recalaron en asuntos de transcendencia menor, comenzamos a ligarnos en aquella reflexión sobre la cuestión del bien y del mal. Comenzamos a enlazarnos en la indagación de un precepto universalmente legítimo de conducta.

            Los médicos, los científicos, que diariamente convivimos en el ámbito de la Atención Primaria (en adelante AP), de esta degradada y denostada atención, desde dentro y desde fuera, terminamos aceptando la ética como valedora de nuestro quehacer, de nuestra práctica y relación con los pacientes. Como los “ddmm”, con una elección de nuestro desarrollo.

            Las primeras revisiones que afectan a los médicos en cuanto a su autonomía profesional coligaron la ética con el secreto profesional en la atención a sus pacientes. Así lo expresó Herold en 1961 (1) haciéndose la pregunta de: ¿quién puede liberar al médico de su obligación de secreto profesional en los tribunales?; o incluso antes a Galdston en 1948 (2), sobre la psicología de la ética médica. Y es como necesidad, tal y como Diego Gracia incide en su Bioética mínima (3), los seres humanos nos sentimos obligados, nos consideramos obligados a hacer ciertas cosas y a evitar otras. Y resuelvo una vez más que por aquello los “ddmm” recalaron en la ética.

            Uno de los paradigmas que siguen nuestra actividad asistencial queda recogida perfectamente por Kimberley, Wright y Wolfe (4) en su incontestable aseveración sobre la “excelencia clínica” como objetivo final de la atención al paciente, pero no quedándose en el maremágnum definitorio del “médico” de AP en cuanto a su excelencia clínica.

            Es probablemente acción directa de los “ddmm” albergados en la ética, la posible permanencia del concepto y sustento de que los médicos de AP son componentes centrales y fundamentales de cualquier sistema de prestación de salud de alta calidad, de su prestación longitudinal y continua, de su enfoque holístico y atención de la totalidad. La excelencia clínica de los médicos de AP quedaría recogida por la Academia Miller-Coulson de Excelencia Clínica (MCACE) en el Jhons Hopkins de Baltimore (5), con las siguientes iniciativas: comunicación y habilidades interpersonales; profesionalismo y humanismo; perspicacia diagnóstica; hábil negociación del sistema de salud; conocimiento; enfoque académico de la práctica clínica y pasión por el cuidado del paciente.

            Y aunque la ética albergue el inexacto sosiego de estos “ddmm”, C Ronald Mackenzie (6) nos ayuda a comprender que no obstante la ética médica se centra en la atención a los pacientes y poblaciones, pero su relevancia es amplia y actualmente abarcarían cuatro grandes sectores: la bioética; dilemas éticos del principio y final de la vida y su engranaje en los comités de ética asistencial; investigación; desafíos éticos que surgen de la reestructuración de la atención médica (ética organizacional, ética profesional o lo que venimos denominando profesionalismo médico).

Lo expresa afinadamente Papanikitas desde el King’s College London (7), los “ddmm”, es decir, las decisiones éticas que pueden abordarse desde la AP podrían parecer menos dramáticas que las de la medicina de la alta tecnología, aun coexistiendo en la AP de forma inmensamente mayoritaria los actos sanitarios con los pacientes, muchos más que en otros niveles de atención. Y es en el nivel de AP donde se inicia el viaje y donde diariamente pequeñas decisiones marcan futuros grandes laudos. Estos “ddmm” no van a resolver instantáneamente futuros inciertos, pero sus dramáticas decisiones como la forma de redactar un informe, recomendar de forma eficiente un medicamento caro sobre uno barato, ceder de forma inapropiada exploraciones por iniciativa del paciente, marcar las relaciones personales y tantos otros aspectos a la hora de emitir juicios de valor o tomar decisiones que planteen dilemas éticos, menos comunes que en la medicina hospitalaria, por ejemplo, dilemas éticos, poco debatidos en el ámbito de la AP, por otra parte.

            Así mismo se ha constatado que existen pocas indagaciones sobre el modo de ocuparse de las decisiones éticas en AP. Y esta escasez está presente en la investigación empírica en la toma de decisiones, en lo cotidiano (contenidos de la documentación elaborada en las historias clínicas, protección de la confidencialidad, accesos informáticos por médicos y sanitarios no responsables del cuidado del paciente, relevancia de los valores culturales y el origen de los pacientes, reconocimiento de los valores éticos y de como afectan a la práctica diaria, …). Aún así en el currículo formativo de los médicos y enfermeras en vía de especialización postgraduada se contempla una pequeña formación en cuestiones bioéticas, generalmente en el momento de su incorporación a los programas de residencia.

            Una ética de la AP que como expresa Paquita de Zulueta (8), que no se refiere, en general, a las cuestiones dramáticas o esotéricas más notorias en publicaciones de bioética o prensa no científica, sino que estaría ocupándose de cuestiones y problemas a los que se enfrentan las personas normales en el trascurso de su vida cotidiana, ora sutiles ora complejas, pero eso si relevantes en la práctica de la medicina y el acontecer de la vida.

            Estos “ddmm” ocupados en la ética de la AP parten de los valores nucleares de centrarse en el paciente, de la medicina integral de la persona y mantenimiento, del sostén en la relación médico-paciente, y en la provocación bipersonal de la empatía. Porque los sanitarios encargados de la AP, errática en algunos de sus objetivos en los tiempos que corren tanto por acción como por omisión o condición, auténticos “braceros” de los sistemas de salud, deben ser conscientes que pueden ser abandonados por sus “ddmm” si, además, no se enfrentan a las incógnitas éticas. No ya porque el deber más importante del médico de AP sea prevenir los daños que puedan surgir en los pacientes, sino porque no velando por el conjunto del sistema sanitario que va más allá del principio de autonomía del paciente, aún a costa de enfrentarse con sus escalafones superiores, acabarían sucumbiendo y extinguiéndose entre la igualdad, la continuidad, la integridad y la solidaridad.

 

 

Referencias bibliográficas:

(1). Herold G. Who can release the physician from his obligation to professional secrecy in court?. Dtsh Med Wochenschr. 1961; 86: 1969-1970.

(2). Galdston I. On the psychology of medical ethics. NY Med. 1948; 4: 19-21.

(3). Gracia D. Bioética Mínima. Triacastela. Madrid. 2019.

(4). Kimberley L, Wright SM, Wolfe L. The clinically excellent primary care physician: examples from the published literature. BMC Fam Pract. 2016; 17: 169.

(5). Wright SM et all. Creating an academy of clinical excellence at Jhons Hopkins bayview medical center: a 3 year experience. Accad Med J Asso Am Med Coll. 2010; 85: 1833-1839.

(6). Mackenzie CR. Ethics and professionalism 2016. Trans Am Clin Climatol Assoc. 2017; 128: 75-82.

(7). Papanikitis A, Toon P. Primary care ethics: a body of literatura and a community of scholaris?. J R Soc Med. 2011; 104: 94-96.

(8). De Zulueta P. Welcome to the ethics section of the London Journal of Primary Care. Londo J Prim Care. 2008; 1: 5-7.

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